ADICCIÓN A SUSTANCIAS QUÍMICAS: ¿ENFERMEDAD PRIMARIA O SÍNTOMA PSICOANALÍTICO?

Ya que el llamado a consumir la sustancia adictiva es sólo eso, un llamado, las distintas circunstancias de vida y psicológicas del sujeto efectivamente siempre influirán en la respuesta que dé a ese llamado. Sin embargo, el sujeto seguirá siendo capaz de decidir, aun cuando esa decisión esté condicionada. La discusión acerca de la voluntad y responsabilidad del sujeto que ha desarrollado una adicción, que lleva a la contradicción resaltada en la definición de alcoholismo del Joint Committee, es necesario abordarla desde este entendimiento de la situación. El llamado a consumir está instalado en el sujeto, pero no le quita finalmente su capacidad de decidir. Esta instalación es involuntaria, pero el sujeto sigue siendo relativamente responsable de sus conductas. Al identificarse la adicción con las conductas, todo estos elementos contribuyen a que se piense en la adicción como basada en procesos psíquicos.

Por otra parte, intentar colocar el énfasis en la instalación del llamado a consumir conlleva dificultades importantes para la observación clínica. Este llamado en el sujeto no es fácil que se muestre. En el sujeto que ha desarrollado una adicción, tiende a producirse un modo de relación con este llamado o deseo por las sustancias muy particular, que ha intentado ser conceptualizado por distintos autores. Se ha hablado de fuerzas separadas del yo (Sachs, 1923); del uso de una escisión del yo como mecanismo de defensa (Rosenfeld, 1960); de una ambivalencia frente al qué hacer con la situación de consumo (Miller y Rollnick, 1999); de una negación o una distorsión del pensamiento que impide ver aspectos de la realidad (Morse, 1992); de una escisión de la imagen de sí mismo (Mc Dougall, 1998); una disociación (Burton, 2005), una oscilación subjetiva (López, 2011), etc. Con estas nociones se ha intentado dar cuenta del siguiente fenómeno: el sujeto reconoce sólo a veces que existe este llamado operando en él y/o lo reconoce sólo parcialmente. Esto, a pesar de tener plena conciencia de las graves consecuencias que está provocando su consumo adictivo. Esta situación dificulta en gran medida la posibilidad de saber qué está pasando realmente con este llamado y, por lo tanto, la posibilidad de seguir su evolución o intervenir sobre él, ya sea por parte del mismo sujeto o parte de terceros (López, 2009). Estos últimos, además, tienden a quedar envueltos en lo que se ha llamado una dinámica de codependencia (Steinglass et al., 1987) que facilita que la conducta adictiva siga adelante, al minimizar las consecuencias negativas del consumo o enfrentar al sujeto de modos muy poco efectivos.

Es decir, el elemento central del fenómeno de la adicción tendería a no mostrarse con claridad ni para el sujeto ni para el entorno inmediato, lo que probablemente ha favorecido que la adicción sea caracterizada de modos que llevan a equívocos y que promueven la idea de una causa psicológica a la base, punto central en la disputa entre psicoanálisis y medicina.

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