
Después de este primer intento de Jellinek por definir signos físicos de la enfermedad del alcoholismo, la investigación ha continuado profundizando en esta línea. En las últimas décadas se han develado muchos mecanismos y estructuras cerebrales involucrados en el desarrollo de la adicción (OPS, 2005), lo que ha implicado un avance muy significativo en este plano. Sin embargo, estos descubrimientos no dan realmente un fundamento para entender la adicción como una enfermedad primaria. El hecho de lograr objetivar estos mecanismos no necesariamente implica entender las causalidades involucradas en el desarrollo de una adicción. Es decir, el que existan estos cambios cerebrales no permite descartar el que estén siendo un síntoma de una condición psicológica. Por ejemplo, se los podría considerar simplemente como correlatos biológicos de procesos psicológicos (Heyman, 2009). Dado que desde la investigación biológica no se ha logrado realmente fundamentar una causalidad para la adicción, tampoco se ha podido ofrecer una solución terapéutica en ese plano. De hecho, en términos prácticos, los conocimientos adquiridos no han posibilitado realizar una intervención desde la biología que cure la adicción en el sujeto. La intervención vía fármacos ayuda a disminuir los síntomas del síndrome de privación, o la sintomatología de otros cuadros asociados a la adicción, incluso en algunos casos el placer que se produce al consumir las sustancias. Sin embargo, el deseo propio de la adicción continúa presente, a pesar de esta ayuda psicofarmacológica. El llamado, básicamente, se sigue manteniendo en el tiempo, lo cual es el problema explícitamente no resuelto desde la biología, relacionado con la noción de sensibilización al incentivo (Robinson y Becker citados en OPS, 2005).