
Es así como Winnicott (1979) relaciona la constitución psicopatológica de la adicción a una regresión a una etapa en que los fenómenos transicionales son irrecursables, perjudicando un normal desarrollo en la transición a relaciones de objeto maduras. Meltzer (1974) sitúa a la adicción en un lugar similar a la perversión y dependiendo de una estructuración narcisista específica en su base. Reconoce que existe una evolución en la situación que eventualmente podría terminar en un desastre mental como la psicosis. Kernberg (1975) entiende el consumo adictivo de drogas como cumpliendo una función, ya sea de reemplazo de una imago parental en la depresión o de una madre toda bondad en una personalidad borderline, o de alimento de un sentimiento grandioso del self en el narcisismo. En 1976 D. Rosenfeld también explica el fenómeno de la adicción desde la existencia de estructuras narcisistas subyacentes asociadas a modos y mecanismos particulares de relacionarse con los objetos. Balint (1979) plantea que en el alcoholismo el sujeto establecería relaciones objetales intensas, fluctuantes e inestables, buscando en el consumo de alcohol el retirar la libido objetal para refugiarse en un estado narcisista armónico. McDougall (1994) afirma que en los sujetos que han desarrollado una adicción el objeto fantasmá- tico faltaría o estaría dañado en el mundo interno, lo que lleva a que la sustancia maternizante-tranquilizadora deba buscarse constantemente en el mundo de fuera. Reconoce, además, una evolución en el proceso ya que esta búsqueda se haría en cantidad creciente. La droga desempeña el papel de las actividades o de los objetos transicionales de la primera infancia. En 1998, la autora enfatiza la solución somática en lugar de la psicológica en el caso de las adicciones, para enfrentar las ansiedades neuróticas, los estados agudos de angustia y las angustias psicóticas. Khantzian (1985) señala una incapacidad de tolerancia a los afectos como subyacente a la adicción y luego una dificultad en la autorregulación (2005). Dodes (1990, 1996 citado en Johnson 1999) hace referencia a una vulnerabilidad narcisística que lleva a sentirse abrumado por experiencias de impotencia/indefensión, asociadas a una dificultad en la reafirmación del self relacionada con fallas tempranas en el desarrollo. Johnson (1993, citado en Johnson 1999) habla de una no internalización de la permanencia de objeto durante el período preedípico, estableciéndose así un temor específico a que sus impulsos agresivos se vuelvan aterrorizantes, relacionando de esta manera la adicción con los desórdenes de personalidad borderline o narcisistas. Wurmser (1995 citado en Johnson 1999) pone el acento en el terror a la separación y considerará la intensa vergüenza y rabia manifestada en la conducta adictiva, al menos en parte, como un intento de mantener la conexión con los objetos.