
Desde la vertiente de autores lacanianos, por su parte, se destaca el que la adicción no debe ser entendida como un síntoma en un sentido psicoanalítico. Es decir, se cuestiona que sea una formación del inconsciente que tiene estructura de lenguaje, que supone una sustitución que se le llama metáfora, y que está abierta al desplazamiento retroactivo por reformulación y a una modificación debida a la emergencia de efectos de verdad (Miller, 1988). En lugar de esto, se propone la idea de una formación de ruptura con lo inconsciente, habiendo una contraposición de opiniones en el sentido de ubicarla como una formación narcisista o ubicarla definitivamente fuera del plano sexual (tanto en el sentido de libido de objeto como yoica). De cualquier forma, no se asocia la adicción a una u otra estructura, quedando claramente diferenciada de la perversión.
En estos autores se observa una oscilación entre entender la droga como un intento de reparar una falla previa en relación con la dimensión simbólica del falo (Santiago, 1995; Le Poulichet, 1990), y entenderla como lo que permite una ruptura con el goce fálico (Laurent, 1988/1994; Miller, 1988). En el primer caso, a pesar de reconocerse que no habría una estructura previa específica y propia de la adicción, de todas formas se sigue la línea de pensamiento de los autores posfreudianos revisados, en el sentido de definir una condición pre-mórbida que favorece el desarrollo de la adicción aunque no la determina. Desde la corriente de pensamiento que enfatiza la formación de ruptura, se entiende la adicción como una elección, o una estrategia del sujeto con miras a dar una solución a la relación con el enigma del deseo del Otro (Calais, 1995; Tarrab, 2000). Este último planteamiento rompe, entonces, con la tradición de considerar la adicción como un efecto de un malfuncionamiento en otro ámbito. El problema a la base sería simplemente la división subjetiva propia del sujeto, la cual intentaría ser evitada vía el consumo de sustancias. Se volvería así al planteamiento freudiano de El malestar en la cultura, donde se considera el consumo de sustancias químicas como “el método más tosco, pero también el más eficaz” (Freud, 1930/1985: 77) al que se puede recurrir para evitar el sufrimiento, ya que la presencia de las sustancias extrañas al cuerpo procuran sensaciones de placer y generan las condiciones para no percibir el displacer, influyendo sobre el organismo. Sin embargo, con esta formulación no se da cuenta de lo compulsivo propio de la conducta adictiva, presente de diversos modos en todas las definiciones de ésta. Es decir, si la causa a la base es simplemente la condición humana, ¿qué hace que esta estrategia presente la característica de transformarse en relativamente forzada, a diferencia de otras estrategias posibles?