Alcoholismo

Muchas veces se piensa que una persona alcohólica es una persona que toma todos los días, desde la mañana o el mediodía, y que ha perdido el trabajo y la familia. Sin embargo, esta es una situación extrema, que se ve en muy pocas ocasiones. Generalmente, una persona alcohólica lleva una vida aparentemente normal, pudiendo trabajar y ser parte de una familia. Y no sólo eso. También puede no tomar todos los días, y cuando toma, puede no hacerlo siempre excesivamente. Más aún, puede dejar de tomar por períodos de semanas e incluso meses, sin mucha dificultad.  ¿Qué nos hace decir entonces que una persona es alcohólica?

El alcoholismo, al igual que otras adicciones, se puede definir por una falta de control sobre el consumo. Sin embargo, esta falta de control no es total. Es decir, no es que la persona se ponga a tomar siempre que pueda y no pare más. Lo que ocurre en realidad es que hay una lucha entre los deseos de tomar y la conciencia de que no debería tomar tanto. O sea, si la persona se lo propone firmemente puede perfectamente tomar menos o no tomar dependiendo de la ocasión. Lo que es seguro es que finalmente habrá episodios en que toma más de lo conveniente y esta tendencia se mantendrá en el tiempo. Esto es desconcertante para la familia y para él mismo, lo que lleva a dudar de si realmente tiene o no un problema. Esta duda puede extenderse en el tiempo pasando años sin que se consulte.

Dado que el alcoholismo funciona de ese modo, siempre habrá razones que se pueden dar para intentar justificar el consumo y concluir que no se tiene un problema. Así, es habitual escuchar cosas como

“no soy un alcohólico porque

…no tomo en las mañanas

…no tomo todos los días

…tomo sólo los fines de semana

…no siempre que tomo me curo

…he pasado semanas sin tomar

…me va bien en el trabajo

…tomo sólo cerveza (o vino)

…no molesto a nadie

… paro cuando quiera

…tomo porque me controlan

…etc”

Por supuesto, todas estas razones no logran convencer totalmente a la personamisma ni a la familia, pero logran crear un manto de duda que lleva a no tomar acciones para solucionar el problema realmente.

El diagnóstico de alcoholismo, entonces, es sutil y muchas veces no tan obvio. Sin embargo, cuando a la persona o a la familia se le pasado por la cabeza la pregunta “¿será (e) alcohólico?”, lo más probable es que lo sea. Se puede confiar en eso.

Una vez que la persona con el problema, o su familia, se convencen de que hay un alcoholismo, es posible comenzar un proceso de tratamiento. El tratamiento es perfectamente posible, y dejar de tomar es bastante menos difícil de lo que se piensa antes de hacerlo. Los beneficios se comienzan a ver muy rápidamente, y lo que parecía un problema insoluble por años o décadas se logra resolver. Si es la familia la que tiene la claridad y no aún el potencial paciente, puede consultar la familia sola inicialmente para elaborar una estrategia que permita abordar el problema de manera efectiva, y lograr que el paciente entre a un tratamiento de alcoholismo.