Una adicción tiene fundamentos biológicos claros que la explican. La recuperación va a pasar necesariamente por el que la persona con el problema tome una decisión de cambio de conducta. El tomar esa decisión, en general, requiere del apoyo familiar. Aunque la adicción sea de larga data, un tratamiento de adicciones bien llevado tiene altas probabilidades de tener éxito. Las adicciones, entonces, son tratables.
La adicción se ha descrito de diversos modos, pero hay dos características que la definen en su esencia:
a) una pérdida relativa del control sobre el consumo de sustancias
b) un girar de la vida en torno de este consumo.
La pérdida de control es relativa y no total, lo que normalmente confunde al entorno cercano, especialmente a los familiares. Es decir, una persona que ha desarrollado una adicción puede detener el consumo por días, semanas e incluso meses, sin que esto cambie su diagnóstico. De hecho, la persona que tiene el problema utiliza esto como fundamento para argumentar que no tiene una adicción.
Si la persona se propone firmemente el objetivo de no consumir, lo que habitualmente ocurre luego de algún tipo de crisis, es perfectamente capaz de hacerlo. El que sí existe una adicción se manifiesta en que durante ese período de detención del consumo, la persona tendrá deseos de hacerlo y será vía la voluntad que detenga esos deseos. Este es un equilibrio inestable que normalmente culmina con la persona volviendo a consumir. Lo hace con el propósito de hacerlo menos intensamente, lo que finalmente no logra. Esta vuelta a consumir lleva a que más o menos rápidamente vuelva a su forma de consumir previa.
Lo que los familiares observan, es que la persona tiene “períodos buenos”, en los que no consume la sustancia o lo hace de manera aparentemente normal (especialmente en el caso del alcohol), y “períodos malos” en los cuales se produce la crisis. Esto lleva a que a la familia le cueste tomar una posición más firme frente a la situación. Siempre está la esperanza de que “ahora sí” el consumo se va a detener o se va a hacer normal. El que la pérdida de control sea “relativa”, entonces, no es una prueba de que la adicción no está presente. Al contrario, es característico de la adicción. Este es uno de los puntos principales que los familiares deben tener en cuenta para y decidirse a consultar.
El que la vida comienza a girar en torno a la sustancia es la segunda característica central de la adicción. Esto es algo que generalmente se muestra sólo en determinados ámbitos. No siempre es algo tan evidente. Es decir, una persona con una adicción puede perfectamente tener un trabajo, tener una familia o estar estudiando en el caso de los más jóvenes. Las tareas fundamentales de su vida práctica es muy posible que se sigan cumpliendo, aunque sea de manera básica. Esto muchas veces también se utiliza como argumento para demostrar que no se tiene una adicción.
Sin embargo, es en la utilización del tiempo libre donde se hace más claro que el consumo de sustancias tiene una prioridad que no es la normal. Es muy frecuente que los fines de semana una cantidad importante del tiempo esté dedicado al consumo o a recuperarse física y psicológicamente del consumo de sustancias.
La consecuencia de esto muchas veces no se hace evidente en el trabajo o el estudio (aunque también puede ocurrir, especialmente en el estudio), sino en la vida familiar y de pareja. Son la familia y la pareja las directamente perjudicadas. Es a esos ámbitos a los que se resta energía y tiempo para consumir. Esto, por supuesto lleva a que las relaciones familiares y de pareja se vayan deteriorando. Muchas veces esto ocurre de un modo más bien silencioso, salvo momentos de crisis. Así entonces, las horas después del trabajo o estudio, los fines de semana y vacaciones tienden a ser planificados de modo que le permitan a la persona consumir sustancias de un modo legitimado socialmente. Para esto organiza actividades donde el consumo de sustancias parezca más normal.
Esto no significa, por supuesto, que el trabajo o el estudio no se vean afectados por la adicción. En la medida que las personas se van recuperando con un tratamiento, sus rendimientos laborales y académicos tienden a mejorar muy significativamente. Entonces, es a lo largo del proceso de recuperación que se hará el contraste con su rendimiento previo. Así se le hará claro al paciente y su familia cómo el consumo adictivo perjudicaba al trabajo y/o el estudio. Esto era más difícil de demostrar en un inicio.
Profesionales a cargo:
Uno de los principales problemas relacionado con el tratamiento de adicción a sustancias, es que la persona no tiene la motivación a consultar. La investigación internacional muestra que más del 90% de las personas que han desarrollado una adicción no consulta. Normalmente son los terceros significativos, en particular los familiares, los que empujan o realizan la consulta. A raíz de esta realidad es que a través de los años fuimos desarrollando una modalidad terapéutica llamada “Intervención Motivacional”, la que fue publicada por la Revista de Psicología de la Universidad de Chile en el año 2013 (ver Artículos). La Intervención Motivacional es la puerta de entrada para la realización de un tratamiento de mediano plazo. Consiste en un período de 6 semanas durante las cuales se realizan sesiones individuales y familiares (una de cada una por semana), con el paciente intentando estar en abstinencia de consumo de cualquier sustancia adictiva.
La realización de este período de evaluación de 6 semanas en abstinencia es algo que se acuerda, normalmente, en la primera sesión con el paciente y su familia. Es decir, es una intervención que incluye a los familiares e implica la decisión del paciente de intentar estar sin consumir durante ese período. Si es necesario se incluye una visita al psiquiatra para evaluar la posibilidad de tomar algún medicamento. También es posible el uso de test de orina para controlar la abstinencia. Como la pérdida de control sobre el consumo es relativa, la gran mayoría de las veces el paciente es capaz de detener el consumo, o casi detenerlo durante ese período. Esto va produciendo una serie de cambios, tanto en el paciente como en la familia, lo que se va conversando en las sesiones individuales y familiares. Al cabo de las 6 semanas la situación tiende a haber cambiado mucho, lo que lleva a que se acepte continuar hacia un tratamiento de mediano plazo.
La participación de la familia es fundamental, ya que por una parte van mostrándole al paciente los cambios que se van produciendo y, por otra, ellos mismos se van sorprendiendo y esperanzado con los cambios que ven, lo que los lleva a convencerse de que no es posible seguir como estaban anteriormente. La motivación entonces, surge a partir de una acción que permitió un cierto tipo de experiencia nueva, y no de un esfuerzo psicológico por pensar distinto. Terminada la Intervención Motivacional la gran mayoría de los pacientes decide continuar en tratamiento, ya que los beneficios obtenidos son mucho mayores a los costos que pensaban tendrían.
https://revistapsicologia.uchile.cl/index.php/RDP/article/view/27717/32005
Una vez realizada la etapa de la Intervención Motivacional, el tratamiento tiende a ser su continuación natural. Es importante completar un año y medio, incluidas las 6 semanas ya realizadas, debido a que ese es el tiempo necesario para que los deseos de consumo disminuyan de manera muy significativa, minimizando las probabilidades de recaídas futuras. Durante el proceso de tratamiento se continúa con las sesiones individuales y familiares. La frecuencia de las sesiones familiares suele ir disminuyendo, pasando de ser semanales a cada 15 días y finalmente una vez al mes. A lo largo del tratamiento se van trabajando diversos aspectos de la situación de vida del paciente y la familia, que van mucho más allá de la conducta adictiva. Es decir, se realiza un proceso psicoterapéutico que permite que la persona se resitúe y se apropie de su vida de un modo distinto, produciéndose cambios en diferente ámbitos, que además de ser relevantes en sí mismos, promueven la decisión de abstinencia en el largo plazo.